Las calles de Quintana Roo se llenaron de voces, pancartas y consignas. No era una protesta más. Era el clamor de miles de maestros que, sin la batuta de sus dirigentes sindicales, decidieron tomar la iniciativa y exigir lo que consideran justo. La escena, más allá de la indignación, estaba cargada de simbolismos: lluvia, carteles desafiantes y un enojo que se transformaba en cánticos y exigencias.
«Morena decía que todo cambiaría, mentía, mentía, la misma porquería», coreaban los manifestantes con una ironía afilada, recordando las promesas que alguna vez creyeron. Entre las multitudes, las pancartas se alzaban como puños de papel. En algunas, los rostros de los legisladores federales de Quintana Roo aparecían acompañados de un contundente mensaje: «Si aprueban la iniciativa como está, serán basura.»
Sin la sombra de sus líderes sindicales, los docentes salieron con convicción propia. Desde el Museo de la Cultura Maya hasta el Congreso del Estado en Chetumal, y desde la Plaza de la Reforma al Palacio de Gobierno en Cancún, la marcha fue un río de voces que pedían la abrogación de los apartados modificados en la Ley del ISSSTE. La reforma, que aumenta las contribuciones de los trabajadores y mantiene la edad de jubilación en 28 años de servicio para mujeres y 30 para hombres, encendió la chispa de la indignación.
El impacto fue inmediato: mil 905 escuelas de Nivel Básico y 306 de Medio Superior suspendieron actividades, afectando a más de 400 mil alumnos en todo el estado. Pero más allá de las cifras, lo que quedará en la memoria será la imagen de los docentes gritando bajo la lluvia, desafiando la inclemencia del clima como un reflejo de su lucha contra lo que consideran una injusticia.
El descontento no solo estaba dirigido a la reforma. El desencanto con el gobierno federal se hizo evidente. «La 4T nos traicionó,» murmuraban algunos, mientras otros convocaban a más trabajadores públicos a unirse, advirtiendo que el golpe económico y laboral será para todos los que pertenecen al régimen del ISSSTE.
La protesta de ayer fue solo el comienzo. Si la reforma sigue su curso, los maestros han prometido aumentar la presión, con movilizaciones aún más contundentes. La Secretaría de Seguridad Ciudadana dispuso un operativo para evitar desmanes, pero no hubo necesidad: la rabia, aunque intensa, se mantuvo en el terreno de la resistencia pacífica.
El mensaje quedó claro: los maestros de Quintana Roo no están dispuestos a callar. Y aunque la lluvia intentó apagarlos, sus voces resonaron con más fuerza que nunca.
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